La tarde del día en que su padre se negó a comprarle un libro, Matilda salió sola y se dirigió a la biblioteca pública del pueblo.
Al llegar, se presentó a la bibliotecaria, la señora Phelps. Le preguntó si podía sentarse un rato y leer un libro. La señora Phelps, algo sorprendida por la llegada de una niña tan pequeña sin que la acompañara ninguna persona mayor, le dio la bienvenida.
—¿Dónde están los libros infantiles, por favor? —preguntó Matilda.
—Están allí, en las baldas más bajas —dijo la señora Phelps
—. ¿Quieres que te ayude a buscar uno bonito con muchos dibujos?
—No, gracias —dijo Matilda—. Creo que podré arreglármelas sola.
A partir de entonces, todas las tardes, en cuanto su madre se iba al bingo, Matilda se dirigía a la biblioteca.
Tomado de la página FB "Colgado de la lectura"
http://www.librosalfaguarajuvenil.com/pe/libro/matilda-8/